CITAS
Así como el ignorante está muerto antes de morir, el hombre de talento vive aun después de muerto. - Publio Siro

¿Por qué no consigo motivar al equipo por mucho que me esfuerzo?

Ser jefe no es fácil. Sacar lo mejor de tu equipo, tampoco. Incluso cuando pones todo tu foco y la mejor de las intenciones, cuesta horrores levantar la moral de la tropa. Hacerlo, renta, sin duda. La gente motivada no sólo trabaja más y mejor sino que es más creativa. Nosotros preferimos estarlo, porque el trabajo se nos hace más fácil y llevadero. Y si todos estamos de acuerdo y no hay más que ventajas, ¿Por qué es tan difícil motivar a los empleados?

Vaya por delante que no soy ninguna experta en motivación. Que hoy tampoco llevo equipos. Pero que como currita de a pie que busca ser feliz con su trabajo, llevo años viendo pasar planes de motivación plagados de excelentes intenciones y mejores ideas. Y comprobando con tristeza cómo tanto esfuerzo apenas levanta un poco el ambiente.

Y es que detrás de cada comportamiento – profesional o personal – no sólo hay información y razón. En nuestras cabezas hay poco espacio para hechos y datos y mucho, mucho, para deseos, fobias, ideales, aspiraciones, pasiones y conflictos.

Como decía, hoy no tengo equipo. Pero tengo hijos. Y he aprendido en primera persona que cada uno de nosotros somos un mundo. Que lo que a uno le reta, a otro le hunde. Quienes se enorgullecen de “haber educado a todos los hermanos por igual” no saben que tal vez ese noble ideal de igualdad y “justicia” sea su gran error.

Porque todos somos iguales pero a la vez diferentes.

Dicen los psicólogos que hay tres ejes que configuran tu nivel de motivación: competencia, autonomía y relación (otros les llaman logro, poder y afiliación). Los ingredientes no fallan, lo que varía son las proporciones con las que cada uno de nosotros construye su propio puzzle de motivación personal y único. Y nunca salen dos bizcochos iguales.

Algunos disfrutarán trabajando en equipo mientras que a otros les motivará superar en solitario sus metas. Somos así. Unos incapaces de movernos sin instrucciones y otros reclamando a gritos que les dejes a su aire. Sólo es posible que todos estemos conformes cuando se modulan las tareas incorporando guiños al carácter y a las circunstancias personales de cada uno.

No presupongas, pregunta

Y llegamos a la madre de todas las cuestiones. ¿Cómo saber con qué fuerzas cuenta cada uno y qué ofrecerle para asegurar que le renta el esfuerzo que le voy a pedir?. Pues resulta que no hay otra receta que observar y preguntar. Sustraer unos minutillos cada día de una apretada agenda para mirar, compartir, indagar… Para propiciar esa charla informal que te permitirá entender lo que te dicen y adivinar lo que jamás te dirán. Ahí es nada.

No trates como te gustaría ser tratado.

Pero resulta que cuando cada uno de nosotros nos sentimos formando parte de un reto individual donde se nos tiene en cuenta, nos crecemos. Cuando vemos que nuestro jefe se comporta como un trabajador más, y deja a su “yo” de lado, obviando su  propio esquema de motivación para ponerse en tu piel, lo damos todo.

Y cuando “sale de su zapatos” para entender que te ayuda más permitiendo que llegues pelín tarde a la oficina, después de correr para dejar los niños en el cole, que ofreciéndote una beca para un máster de excelencia comercial, no sólo te pones las pilas, es que le darías un beso. Suponiendo que tus colaboradores tienen esquemas similares a los tuyos, sólo conseguirás confundirte y derrochar el poder tremendo poder motivador que tienen los pequeños gestos.

Así que me pregunto si no sería buena idea dejar de hablar de planes de motivación para empleados y comenzar hablar de la motivación de cada empleado, en singular. Incorporando por descontado elementos que se apoyen en las técnicas más habituales de motivación, pero redondeando cada “miniplan” individual con pequeños detalles que tengan en cuenta caracteres, situaciones personales, capacidades y expectativas. Porque muchas veces, es un buen complemento quien levanta un look y cambia por completo ese inexpresivo traje gris.

Genial una subida de sueldo. Pero no son las grandes acciones sino los pequeños gestos los que lo cambian todo. Los que permiten a los jefes de equipo ponderar lo que pueden ofrecer a todos con nuestro particular esquema de retribución, el desafío que nos supone cada tarea y la habilidad que nos pone a prueba para realizarla.

No sé si es mucho pedir, pero así se ve desde abajo. Y como soy firme convencida que el buen ambiente y la motivación es tarea de todos, me animo a compartir lo que tal vez sea la receta para conseguir que todos dejemos de funcionar, y empecemos a florecer.

Virginia Cabrera Nocito, Fundadora de Balcon40,

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