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El talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia. - Francisco Umbral

Competencia y regulación en el mercado de las telecomunicaciones

En el último Mobile World Congress de Barcelona se habló (y se vio) mucho sobre realidad virtual, coches conectados, inteligencia artificial, big data o smart cities. Pero si hubo en tema en boca de todos ese fue, sin duda, el despliegue de la quinta generación de tecnología móvil (5G). Por una razón muy sencilla: ninguna de estas tecnologías y aplicaciones logrará desplegar todo su potencial si antes no se desarrolla una red de infraestructuras de telecomunicaciones capaz de soportar el tráfico de datos que se generará.

El presente de las infraestructuras de redes y el futuro despliegue de la tecnología 5G protagonizaron la “Jornada de Competencia y Regulación en el Mercado de las Telecomunicaciones” organizada por el Public-Private Sector Research Center (PPSRC) del IESE en colaboración con Cellnex.

Esta conferencia reunió a un grupo de profesionales del sector, académicos y representantes de distintas administraciones públicas con el objetivo de debatir sobre los desafíos y oportunidades que supondrá el salto al estándar 5G de tecnología móvil.

Redes para un tráfico masivo de datos

“Pronto habrá más objetos que personas conectados”. Así resumía el Prof. del IESE Javier Zamora el fenómeno del crecimiento exponencial de la densidad digital, que provocará la revolución tecnológica que tenemos en ciernes.

“Se prevé que en 2020 se alcancen ya los 20 mil millones de objetos conectados. Y en 2050 la cifra alcanzará los 100 mil millones”, afirmó Zamora.

Para este profesor, la auténtica disrupción no estará tanto en la propia tecnología –llámese Internet of Things (Internet de las cosas), big data o inteligencia artificial– como en las oportunidades empresariales y en los nuevos modelos de negocio que generará.

Con todo, la demanda de productos conectados y de redes capaces de procesar cantidades ingentes de datos ya es una realidad a día de hoy para muchas empresas. Especialmente, para aquellas que están apostando fuerte por la integración de todos estos avances tecnológicos en su propuesta de valor, como las del sector de la automoción.

“En el coche tendrán que coexistir diferentes tecnologías –GPS, radares, cámaras, sensores– procesando todo tipo de datos a la vez. Y van a requerir respuestas inmediatas. Esto es imposible con las redes que tenemos a día de hoy”.

Así concretaba Paqui Lizana, responsable de productos y servicios digitales para el vehículo conectado de SEAT, la demanda de conectividad y redes que necesitan satisfacer las empresas. Una demanda que solo se podrá satisfacer con la llegada de 5G.

El despliegue de la tecnología 5G

Aunque ya se están llevando a cabo numerosas pruebas y demostraciones, el despliegue de la quinta generación (5G) de datos móviles no será una realidad comercial antes del 2020.

Con esa previsión trabajan las autoridades y los fabricantes europeos, que ahora se concentran en movilizar los 200 mil millones de euros que se calcula costará poner en marcha la red 5G y en buscar fórmulas de financiación que sean convenientes para los operadores, pero que al mismo tiempo protejan el derecho de los usuarios a unos precios competitivos.

El papel del regulador

En este contexto reaparece el viejo debate sobre cuál es el equilibrio deseable entre libre competencia y regulación en el mercado de telecomunicaciones.

Si el regulador promueve la concurrencia de operadores a nivel de infraestructuras (cada uno construye las suyas), el coste de la inversión se dispara y el proceso de despliegue se ralentiza.

Sin embargo, si se apuesta por una red única (compartida por distintos operadores) y la competencia se limita a la provisión de servicios, el regulador deberá supervisar las tarifas de acceso y vigilar que los operadores dominantes no abusen de su posición.

¿Redes compartidas?

De momento, y a la espera de que se concrete el marco regulatorio, la necesidad de rentabilizar las enormes inversiones que supone el despliegue de 5G está fomentando los acuerdos entre operadores para la compartición de infraestructuras.

Esta compartición es, precisamente, la razón de ser de Cellnex y de su modelo de negocio. Josep Ventosa, director de Estrategia de Cellnex Telecom, resumió en cinco puntos los beneficios que pueden aportar los operadores de telecomunicaciones independientes:

  • racionalizar y simplificar el acceso a redes y antenas,
  • impulsar la eficiencia,
  • mejorar el time-to-market,
  • capacidad inversora, y
  • gestión independiente.

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