Coincidiendo con el final de cada curso doy algunas charlas sobre “Desarrollo de la trayectoria profesional” en varios programas de segundo ciclo de diversas universidades.
En concreto, recuerdo la que dí, el pasado mes de Junio en la Universidad Politécnica y que en el transcurso de la misma rememoré el Master en Relaciones Laborales realizado por mí en esta misma Universidad, con la que concluí mi propio proceso de formación “reglada”.
En el transcurso de aquel periodo formativo pasé todo un año (en un entorno parecido) escuchando de forma educada a diversos profesores y profesionales que intentaron transmitirnos sus conocimientos y experiencias sobre materias diversas, en este caso relacionadas con las Relaciones Laborales y la gestión de los RRHH. Recordemos que era el momento en el que se estaban produciendo los cambios legales (Estatuto de los Trabajadores etc) que han marcado el devenir de las normas en el ámbito laboral en nuestro país.
Ahora, mientras daba mi ponencia, evidentemente con el soporte de un Power Point más a menos bien preparado, tuve la percepción –como por otra parte he señalado en diversos posts- que el entorno de la formación ejecutiva ha cambiado muy poco, y no sé si lo suficiente, en comparación con los grandes cambios que hemos vivido en éstos 30 años.
Sin embargo debo admitir que algunos cambios si se han producido. No todo es igual. En la foto que conservo del Master realizado a principios de los 80 el número de alumnas era insignificante. Hoy sin embargo creo haber detectado un reparto proporcional por sexos (o incluso con predominio del sexo femenino). Otros aspectos a destacar eran perceptibles: Mientras que en “mi época” nos sentábamos delante de grandes libretas de notas y los profesores y conferenciantes sólo disponían de su propia voz y de soportes como pizarras y proyectores de transparencias, hoy en la sala no había pizarras, ni proyectores, tan sólo una gran pantalla en la que de tanto en cuanto aparecía uno de las transparencias que yo utilizaba como soporte a mis argumentos. Mientras tanto todos los oyentes, disponían de ordenadores portátiles, ipads, y teléfono móvil.
Pero por lo demás el entorno había cambiado relativamente poco. Una tarima en la que yo me encontraba como ponente, teniendo enfrente de mí a una serie de personas jóvenes, preocupadas por su futuro profesional, deseosas de adquirir algún conocimiento o idea que les fuera e utilidad, colocadas en filas ascendentes y sin grandes posibilidades de interacción entre ellas. Una atmósfera bastante similar a la que recordaba de mi última experiencia como alumno.
Sin embargo las sensaciones que yo tuve (con 30 años y al inicio de mi vida profesional) no eran probablemente las mismas que percibía en mi nuevo rol de “maestro o ponente”. Lo que percibí era un mezcla de ambición y ansiedad, de rivalidad y camaradería, (como en mi época) matizadas por una sensación de excepticismo y una preocupación creciente por el futuro. Una sensación de incertidumbre que casi podía olerse y palparse. Mientras que en los 80 todos teníamos la percepción de que el futuro iba a ser mejor y que con un poco de suerte todos tendríamos posibilidades de crecer profesionalmente, hoy esta percepción no era la misma. Las expectativas sobre el futuro no eran tan sólidas ni positivas. Las dudas eran más que evidentes.
Es probable también que las cuestiones que me formularon fueran probablemente las mismas que las que nosotros éramos capaces de formular en nuestro momento, aunque estoy convencido de que el tono era muy diferente. Las preguntas planteadas fueron del estilo de: ¿Qué hacer? ¿Pasos a dar y a no dar? ¿Cómo orientar el futuro? ¿Que es el éxito? ¿Cuáles los pasos para conseguirlo? ¿Es cuestión de suerte, de conocimientos, o de contactos? ¿Es bueno empezar por una movilidad internacional? ¿Cuáles eran los aspectos a tener en cuenta para desarrollar un proyecto empresarial?, junto con alguna otra diferente como ¿Cómo usar adecuadamente las redes sociales en la búsqueda?.
En el pasado se suponía que nuestras vidas iban a ser cada vez mejores, más estables y previsibles si dábamos lo mejor de nosotros y seguíamos las reglas del juego. El paradigma del desarrollo profesional en el pasado seguía el siguiente esquema: Si disponías de alguna competencia, trabajabas duro y tenías algo de suerte alguien iba a ofrecerte un nivel de seguridad razonable y la posibilidad de progresar profesionalmente con lo que resultaba razonablemente sencillo alcanzar el éxito.
Me pregunto si hemos analizado con profundidad las nuevas realidades con el objeto de cambiar la forma de transmitir los conocimientos y sobre todo las experiencias de aquellos que hemos vivido más años. Y en segundo término si nuestras experiencias son válidas para enfrentarse a un entorno tan diferente.
Creo que en el campo de la formación y el aprendizaje hay que implementar grandes cambios aplicando la máxima de que “Si quieres resultados nuevos, haz cosas diferentes”. No es posible que la transformación que hemos vivido en nuestra generación y que vamos a seguir viviendo en los próximos años no suponga también modificaciones sustanciales de los modelos educativos. Creo que algo se está haciendo en otros ciclos de la enseñanza pero no se cuanto se está haciendo ni experimentando en los ámbitos de la formación universitaria.
Vivimos en una sociedad dónde el cambio se ha convertido en la norma. Trayectorias vitales, entornos personales, familiares y profesionales no están prediseñados ni resultan previsibles. No hay periodos de tiempo definidos o estándar ni para el trabajo, ni para la formación ni para el ocio. Hoy podemos estar “in” y mañana “out” por causas completamente independientes de nuestra capacidad y actitud. Los procesos de cambio van a ser constantes y su duración impredecible. La tecnología está cambiando nuestras vidas y la forma de relacionarnos con los demás.
Todo ello me obliga a constatar que no podemos vivir anclados en el pasado ni en las formas y esquemas que hoy probablemente ya no sirven. Y mientras tanto me pregunto como y en que formato daré mis charlas sobre carrera o futuro profesional en este curso, en que formato o con qué contenidos o simplemente si tengo que renunciar a ellas.
Artículo de Pau Hortal, socio de Facthum
1 comentario en "El “cambio” en los procesos de formación y aprendizaje"
Fernando Gordillo 3 noviembre, 2016 (2:54 pm)
No puedo estar más de acuerdo. Miro a mi hijo de tan solo 7 años haciendo los deberes en libros de papel y pese a toda la tecnología disponible, me temo que desde nuestro sistema educativo nos seguimos empeñando en mantener una metodología anclada en el pasado, aunque supongo que, según vaya ganado autonomía, aprenderá por si mismo a explotar la ingente cantidad de recursos para aprender más allá de la formación reglada.