La educación digital de los adolescentes recae (o así debería de ser) en los padres y/o tutores legales, aunque el papel del colegio es fundamental; cada alumno pasa 8 horas de media diarias en el centro educativo.
Vivimos en una sociedad donde los adolescentes están hiperconectados en todo momento a través de múltiples dispositivos. La facilidad que tienen para acceder a contenidos inadecuados y los riesgos de hacer un uso incorrecto de sus redes sociales (compartiendo imágenes y datos privados), son los peligros más frecuentes en el uso de Internet, los cuales son fruto de la falta de control, ni en casa ni en el colegio.
El centro escolar debería ser un sitio donde sentirse seguro, pero no siempre es así: hay una creciente inestabilidad creada por el aumento de los casos de ciberbullying, ante los cuales los centros educativos han reaccionado, pero no es suficiente, al igual que no son suficientes los recursos de apoyo, de formación en tecnología y de orientación psicológica. Muchos colegios recurren a empresas como Always On para reforzar estos recursos.
Los colegios tienen una gran capacidad de respuesta, tanto en el ámbito pedagógico como educativo, si se hacen adecuadamente las cosas. El acoso escolar era dado en relaciones sociales dentro del colegio, pero ha traspasado barreras para llegar hasta Internet, donde se sigue con el acoso iniciado en las aulas o se acosa sin dar la cara a través de Facebook, Twitter o incluso del teléfono móvil.
La protección digital de los menores debe estar supervisada en el entorno escolar, ya que más de 80% de los casos de ciberbullying se inician en las aulas. Los centros educativos tienen como obligación intervenir en todos los casos de acoso digital que existan entre sus alumnos una vez sean conocedores de los mismos, ya sea dentro o fuera del colegio.
¨Es más fácil criar niños fuertes que reparar hombres rotos¨. Frederick Douglas
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